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Cerca, o lejos de Dios.

  • realidadradical
  • Jan 21, 2020
  • 2 min read

En Mayo del 2018 escribí:

Este año,

Ya ni sé cómo orar. Al tomar mi Biblia veo un libro, pesado, sin ningún placer. No tengo fuerzas para hablar con Dios. No puedo acordarme de la última vez que leí la Biblia con deseo. Estoy en un punto de mi vida donde no me puedo mover, nada me puede hacer reaccionar, ni siquiera yo misma.

Mi alma está dolida. Mi corazón está dolido. Mi mente duele. Quiero que todo esto pare. Me rindo. Quiero llorar y ya no salen lágrimas de mis ojos. Quiero reírme pero solo es una risa falsa. Es una risa temporal, gozo temporal. Ya no quiero leer, ni quiero orar. Y con eso salieron lágrimas. Duele. Duele tanto estar lejos de Dios. Es tan difícil sentir que Dios ya no me escucha. Es tan difícil ver a otras personas tan cerca de Él, amándolo con todo su mente, corazón y alma, y saber que yo no soy así. No, no soy feliz. He pedido gozo, pero no está ahí. Señor, ¿dónde estás? ¿Realmente tienes favoritos entre tus hijos? ¿Quién soy, y porqué estar aquí? No soy útil, ni soy de impacto para la vida de nadie. Te necesito. Necesito ayuda. Estoy cansada de ser hipócrita con todos. Esa Majo feliz que ven los demás no soy yo. Mi vida no está bien. Yo no estoy bien.

——— Estos escritos son lo más vulnerable que les compartiré. Cada año escribo uno y al repasar el de ese año, sentí un “nudo en el corazón”. Pero lo comparto porque sé que no soy la única que se ha sentido así. Fue un punto en que me sentía tan abajo, que creía que era la única. Creí erróneamente que compartir esto sería querer llamar la atención o algo que todos tomarían mal. Estuve en un punto tan bajo donde creía que Dios no bajaría a rescatarme jamás. Donde me taché de mala hija, mala hermana, mala amiga, mala todo. Donde me sentía tan sola, que no me di cuenta que nunca lo estuve. Mi mente me traicionó. Me hizo creer mentiras acerca de las personas que me rodeaban, de mi misma, y peor aún, de Dios. Pero aún ahí, Dios nunca me dejó. Llegue a Santiago 4:8 : “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.” Y entré al 2019 dándome cuenta que lo ÚNICO que me estaba siendo de tropiezo, era yo misma. Me di cuenta que Dios no era el que estaba lejos de mí, sino yo de Él.

Y me acerqué, cabizbaja, arrepentida, pidiéndole que no me dejara alejarme más. Busqué un plan de lectura de un año, lo imprimí, lo doblé, y empecé a leer, por orden cronológico, cada palabra que Dios había escrito para su pueblo, y para mí. Después de 10 años de conversión leí de corrido desde Génesis hasta Apocalipsis. Su Palabra me probó, y me pulió como nunca. Dios quitó personas, quitó sueños, pero puso nuevos e inimaginables caminos. Si tu corazón está dolido vuelve a Dios. La culpabilidad, depresión y mentiras nunca provendrán de Dios. Pero aún en medio de ellas, Dios está listo para estirar su mano, y regresarte a casa.




 
 
 

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